Por Joana García Montero
A un mes de la partida de José Antonio García Montero, vuelvo a contar su historia con el mismo amor y la misma verdad. Es mi manera de honrar su vida y su legado con la serenidad que nos deja el deber cumplido.
Nacido en El Cercado, San Juan de la Maguana, el 17 de enero de 1967, falleció el 3 de octubre de 2025 a causa de un cáncer de hígado con metástasis pulmonar. Su vida fue un testimonio de trabajo honesto, lealtad y compromiso con su familia y con el país.
Esta experiencia me obliga a convertir el dolor en un mensaje público: la salud no admite postergaciones; la detección temprana puede cambiar un destino.
Un dominicano esencial
José Antonio fue, ante todo, un hombre esencial: de palabra firme, manos laboriosas y mirada transparente. Creció entre montañas y valores, y de ese origen campesino extrajo dos convicciones innegociables: que el trabajo dignifica y que la humildad abre puertas.
Servidor público en la Junta Central Electoral
Al momento de su partida, se desempeñaba como empleado en la Junta Central Electoral (JCE) de la República Dominicana. Para él, esta institución no era solo un trabajo, sino un compromiso con la democracia. Sus compañeros lo recuerdan como una persona atenta, cumplidora y solidaria, con el raro talento de resolver sin hacer ruido. El reconocimiento que recibía a diario fue, para nosotros, una confirmación del profundo afecto que le tenían sus camaradas.
El padre que hizo del orgullo una tarea diaria
Para José Antonio, su mayor legado fueron sus tres hijos: Joana, procreada con la Sra. Ynosencia Montero; y Alan y Joan, procreados con su esposa Cristina Mateo. Ver nuestras vidas encauzadas, nuestras metas en movimiento y nuestras convicciones en alto fue su principal motivo de orgullo. Nunca dejó pasar un logro sin celebración. Fue un padre amoroso, atento y preocupado, pero sobre todo coherente: predicó el valor del esfuerzo y lo vivió hasta el final.
La red de mmor que lo sostuvo
En los meses más difíciles, José Antonio no estuvo solo. Su esposa, Ysabel Cristina Mateo, lo acompañó con una entrega que define la palabra “abnegación”. Lo sostuvo día y noche, al punto de descuidarse a sí misma para intentar salvarlo. A ella se sumó la familia de Ysabel, que lo trató siempre como a un miembro propio, con cariño y cuidado incondicional. La presencia de esta familia y el tiempo que le dedicaron a José en los días más difíciles fueron la prueba de su generosidad. Destaco también el apoyo de sus compañeros de trabajo y amigos, cuya presencia constante fue bálsamo y compañía. Es justicia decirlo: José Antonio García Montero partió rodeado de amor.
La batalla clínica y la lección
El diagnóstico de cáncer llegó este mismo 2025 y fue un golpe sorpresivo. Aunque su muerte no fue repentina, sí resultó inesperada: nunca creemos que el tiempo nos alcanzará tan pronto. Tras la primera sesión de quimioterapia, fue ingresado en el Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter. Permaneció en la habitación privada No. 5, donde recibió visitas diarias de familiares y amigos, y la dedicación del personal de salud. Casi un mes después, fue llamado a descansar.
Lo que nos deja: valores que no caducan
Su herencia no cabe en una notaría. José Antonio nos lega valores que no prescriben: humildad, trabajo, honestidad y lealtad. Nos enseñó a sostener la palabra dada, a no tomar atajos, a tratar a todos con respeto y a no negociar la dignidad. Nos mostró que prosperar no es acumular, sino compartir.
Esta despedida debe ser también un llamado a la conciencia. El cáncer no siempre avisa, pero cuando lo hace, exige reacción inmediata.
En memoria de José Antonio, invito a todos a priorizar chequeos médicos periódicos y a consultar a tiempo cualquier dolencia. No minimicen una fatiga persistente, un dolor que se repite, una pérdida de peso inexplicada o cambios en la piel o en los hábitos digestivos. Acudan al médico tan pronto como surja la alarma. La detección temprana salva vidas, mejora los tratamientos y otorga margen para decidir con información y esperanza. En temas de salud, procrastinar es renunciar.
Gratitud
Agradezco profundamente a quienes caminaron con nosotros este tramo:
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Al equipo del Instituto de Oncología Dr. Heriberto Pieter por su trato humano y profesional.
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A los compañeros de la Junta Central Electoral que estuvieron presentes.
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A la familia García Montero y a la familia de Ysabel, por convertir el apoyo en un hogar.
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A los amigos que transformaron su tiempo en consuelo.
En los pasillos del hospital y en la habitación No. 5 aprendimos otra lección: una comunidad afectiva bien organizada es, también, medicina.
Gracias a ustedes, los que siempre estuvieron presentes, José Antonio sintió un apoyo real, no solo buenas intenciones.
José Antonio será recordado como una persona humilde, trabajadora, honesta y leal. Nos mostró que la grandeza está en la decencia cotidiana y que la trascendencia se escribe con actos. Su partida duele, pero deja una semilla fértil: la obligación de vivir con propósito y de cuidar a quienes amamos hasta el último día de sus vidas.
Que su paz sea nuestra guía y su ejemplo, nuestro contrato con el futuro.
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