Por Frank Valenzuela
1.Manzanillo: Un pueblo cercado por el Estado y entregado al gran capital transnacional
La Bahía de Manzanillo, en el extremo transfronterizo del noroeste dominicano, se erige hoy como el símbolo de una asfixiante paradoja: aprisionada entre el mar, la frontera con Haití y una nueva e invisible muralla impuesta por el propio Estado dominicano. El Plan Municipal de Ordenamiento Territorial (PMOT), lejos de allanar el camino hacia el futuro para la comunidad, opera como un cerrojo que restringe drásticamente cualquier posibilidad de expansión, precisamente cuando el municipio enfrenta la mayor embestida corporativa externa de su historia.
Con el pretexto de una nebulosa “zona de amortiguamiento” promovida por el Ministerio de Medio Ambiente, se bloquea la única franja de crecimiento natural de Manzanillo, negándole a la población su derecho fundamental al desarrollo. Mientras tanto, megaproyectos energéticos y logísticos avanzan con total impunidad sobre áreas de incalculable valor ambiental y estratégico.
Este absurdo se traduce en un lacerante drama social: un municipio con litoral marítimo, puerto estratégico, frontera dinámica, un tejido social cohesionado y una arraigada cultura de trabajo es condenado a la inmovilidad forzada y a la expulsión silenciosa de sus jóvenes familias. Paralelamente, consorcios internacionales ocupan el territorio con el respaldo de ingentes capitales foráneos y la anuencia del mismísimo Banco Interamericano de Desarrollo (BID). La comunidad, despojada de su derecho inalienable a habitar y prosperar en su propia tierra, se ve abocada a un futuro sombrío, cercada por los intereses voraces de la industria y la energía, sentenciada a la emigración forzosa o a la marginalidad en su propio suelo ancestral. El PMOT no solo obstaculiza el crecimiento demográfico y social, sino que criminaliza la expansión orgánica de la población bajo el falaz argumento de “desorden” y “dispersión”, justificando así la confiscación de 74.3 hectáreas cruciales para el desarrollo local y deshilachando el entramado social que ha sostenido a Manzanillo durante generaciones.
La flagrante contradicción del discurso oficial clama al cielo: se pregona la creación de un ambicioso hub regional y logístico mientras se margina y se ignora a la propia comunidad que debería ser el corazón de este desarrollo. ¿Cómo puede aspirar Manzanillo a convertirse en un centro logístico de trascendencia si sus habitantes no tienen dónde edificar sus hogares, escuelas dignas o centros de salud accesibles? La respuesta es de una brutal simpleza: el plan está concebido como un mero enclave industrial y portuario, desprovisto de la visión de un espacio de vida próspero para su gente. La comunidad es percibida como un estorbo a contener, no como un actor fundamental a empoderar. El PMOT, en lugar de erigirse como un instrumento de progreso y equidad, se ha transformado en el emblema de un modelo de exclusión, despojo territorial y subordinación absoluta a los intereses del gran capital.
II. Ecocidio en Estero Balsa: El Silencio Cómplice del Ministerio de Medio Ambiente
Mientras el Plan de Ordenamiento Territorial blinda selectivamente zonas de supuesto crecimiento comunitario bajo la engañosa etiqueta de una “zona de amortiguamiento”, el Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, en un acto de flagrante y ominosa complicidad, se erige como el verdugo silencioso de un ecocidio ambiental que desgarra la integridad de Playa Estero Balsa. La descarada acción de arrasar 500,000 metros cuadrados de valioso bosque seco a escasos metros del área protegida del Parque de Manglares Estero Balsa –un santuario histórico de aves migratorias y endémicas, refugio vital de reptiles y crucial criadero de abejas reina esenciales para la floreciente producción melífera de la zona–, sin la realización de ningún estudio de impacto ambiental previo, no constituye solo una violación grotesca de la Ley 64-00 de Medio Ambiente; es una bofetada insolente a la misión fundamental de una institución que, por mandato, debería ser la celosa guardiana de nuestro irremplazable patrimonio natural.
La Laguna Saladilla, componente vital del Parque Nacional Manglares de Estero Balsa, ya agoniza bajo el peso de un alarmante 37.6% de degradación. Sin embargo, en lugar de actuar con la contundencia que la crítica situación demanda, el Ministerio opta por una inacción cómplice, permitiendo que la ambición desmedida de los consorcios devore impunemente ecosistemas de valor incalculable e insustituible.
La contradicción es sangrante e indignante: se criminaliza el legítimo crecimiento de un pueblo humilde y trabajador con la etiqueta peyorativa de “desordenado”, mientras se legitima y se permite la destrucción masiva de un bosque vital por parte de consorcios poderosos, amparados en la oscuridad de la falta de transparencia y rendición de cuentas. Este doble rasero constituye una afrenta directa a la justicia ambiental y una traición imperdonable a las futuras generaciones de dominicanos, quienes heredarán un legado de devastación y pérdida irreparable.
El PMOT, en su actual y perversa configuración, no solo omite abordar de manera seria y responsable los impactos perniciosos de las termoeléctricas en la calidad del aire y la pureza del agua, sino que se abstiene deliberadamente de establecer límites claros y vinculantes para la expansión industrial desenfrenada que amenaza la integridad ecológica de una zona Ramsar de importancia internacional. La profunda “injusticia ambiental” inherente a este plan se materializa de forma palpable en la ausencia de regulaciones detalladas y coercitivas que frenen la impunidad de los consorcios rapaces.
La flagrante falta de fiscalización real y la ausencia de sanciones ejemplarizantes por incumplimiento convierten al Ministerio de Medio Ambiente en un actor pasivo y pusilánime, un mero espectador de la creciente devastación, en lugar de un garante firme y decidido de la protección ambiental y del bienestar de la comunidad.
¡Absolutamente! La hipocresía y la complicidad que describes son indignantes. Aquí tienes una versión corregida y reforzada de los siguientes apartados:
III. La Hipocresía del BID: Un “Desarrollo Sostenible” Excluyente
El Plan Municipal de Ordenamiento Territorial de Pepillo Salcedo se erige como un crudo testimonio de la hipocresía intrínseca al modelo de “desarrollo sostenible” que pregonan entidades como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Este organismo, que en sus comunicados oficiales se llena la boca con “cláusulas ambientales” y la “protección del medio ambiente”, se revela como un actor central en la perpetuación de un flagrante “ecocidio ambiental” y un vergonzoso “apartheid territorial” en Manzanillo. Al inyectar fondos en megaproyectos energéticos de dudosa sostenibilidad y en la expansión de un Puerto de Manzanillo que parece priorizar los intereses foráneos sobre el bienestar local, el BID contradice de manera descarada sus propios principios declarados, evidenciando que sus compromisos ambientales son, en la práctica, meras formalidades vacías de una aplicación real y efectiva sobre el terreno.
La ominosa dependencia del financiamiento externo proveniente del BID cercena la autonomía en las decisiones locales, supeditando el bienestar de la comunidad a los intereses cortoplacistas de inversionistas foráneos. El PMOT, en su concepción actual, concentra los beneficios de manera obscena en los grandes consorcios, sin contemplar una redistribución equitativa a nivel local ni establecer compensaciones justas por la pérdida irreparable de tierras agrícolas productivas o por los graves daños socioambientales que inevitablemente se generarán. Los rimbombantes “avances teóricos” en materia de conservación y planificación territorial quedan miserablemente eclipsados por una implementación práctica que favorece descaradamente a actores externos, relegando y marginando a la comunidad local.
La escandalosa concentración de la riqueza en unas pocas manos privilegiadas y la flagrante ausencia de políticas concretas destinadas a fomentar una competencia justa y equitativa a nivel local evidencian que el plan está arteramente diseñado para consolidar el poder económico de las grandes corporaciones, desincentivando activamente la inversión privada local que no esté vinculada a estos poderosos consorcios. La alarmante falta de auditorías independientes y transparentes para los proyectos generosamente financiados por el BID, sumada a la inexplicable inacción del Ministerio de Medio Ambiente a la hora de fiscalizar las evidentes violaciones ambientales perpetradas por los consorcios, crea un perverso ambiente de impunidad que beneficia desproporcionadamente a los poderosos, dejando a la comunidad y al delicado ecosistema local a su merced. De esta manera, el BID se convierte en un actor central de esta dinámica de profunda injusticia, donde sus pomposas cláusulas ambientales se revelan como meras formalidades vacías, carentes de un compromiso real con la sostenibilidad y la equidad.
IV. La Complicidad Ministerial: Economía y Desarrollo al Servicio de las Élites
El Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo, institución que teóricamente debería velar por un desarrollo equitativo e inclusivo para todos los ciudadanos dominicanos, ha asumido un rol vergonzoso y cómplice al acompañar activamente la formulación de un Plan de Ordenamiento Territorial en Manzanillo que, en su esencia más profunda, no es más que un instrumento cuidadosamente diseñado al servicio de los intereses de las grandes corporaciones, tanto nacionales como extranjeras. Su participación activa en la confección de un PMOT que limita de manera draconiana el crecimiento legítimo de la comunidad local y que, de manera aún más grave, encubre y facilita la devastación ambiental perpetrada por los voraces megaproyectos energéticos y logísticos, constituye una afrenta directa a los principios fundamentales de la planificación para el bienestar social y el progreso colectivo. Este ministerio, al validar un plan que prioriza descaradamente la concentración obscena de la riqueza y el poder en unas pocas manos privilegiadas, se desmarca por completo de su noble misión de fomentar un desarrollo integral y sostenible que beneficie a todos los ciudadanos, sin excepción.
La flagrante ausencia de programas reales y efectivos de remediación ambiental para la ya maltrecha Playa Estero Balsa y la omisión deliberada de mecanismos de compensación social y ambiental justos y adecuados para las comunidades directamente afectadas evidencian una clara y preocupante negligencia por parte de esta cartera ministerial. En lugar de garantizar que el desarrollo genere beneficios equitativos y proteja los derechos fundamentales de la población local, el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo se ha convertido en un facilitador complaciente de un modelo extractivo que profundiza de manera alarmante las desigualdades preexistentes y vulnera la sostenibilidad a largo plazo de la región. Su silencio cómplice ante la dolorosa “expulsión silenciosa” de familias enteras debido a la falta de acceso a una vivienda digna y la priorización sistemática de los intereses corporativos por encima de las necesidades básicas y los derechos inalienables de la población local resulta sencillamente inaceptable.
El plan, al no promover de manera activa la diversificación productiva a nivel local ni fomentar incentivos concretos para el surgimiento y fortalecimiento de emprendimientos propios y arraigados en la comunidad, traiciona la visión fundamental de un desarrollo endógeno, equilibrado y verdaderamente sostenible. La obscena concentración de beneficios en los grandes consorcios y la ausencia de mecanismos efectivos de redistribución de la riqueza a nivel local refuerzan un perverso “apartheid territorial” que segrega y margina a la comunidad en favor de los intereses corporativos. Es imperativo y urgente que el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo reoriente de manera radical su brújula ideológica y asuma con responsabilidad su deber fundamental de construir un plan que sirva genuinamente a la comunidad de Manzanillo, y no únicamente a los intereses económicos de una élite minoritaria y voraz.
Esta escandalosa complicidad institucional no solo margina las propuestas genuinas de desarrollo local e ignora olímpicamente las legítimas demandas de la población, sino que transforma al propio Estado en un agente activo del despojo y la injusticia. De esta manera, la credibilidad de la política de planificación territorial del país queda gravemente cuestionada: el PMOT, lejos de ser el resultado de un pacto social legítimo y equitativo, se revela como la dolorosa expresión de un Estado peligrosamente capturado por oscuros intereses foráneos y de una democracia profundamente vulnerada en sus cimientos.
V. La Resistencia Comunitaria: Firmeza ante el Despojo
Ante este sombrío escenario de injusticia y despojo, la comunidad de Manzanillo y sus valientes líderes han demostrado una firmeza y una dignidad ejemplares. La Sala Capitular del Ayuntamiento, en un acto de valentía y compromiso con su pueblo, se ha plantado con determinación y ha rechazado categóricamente el plan en su versión actual, exigiendo una revisión profunda y transparente que contemple de manera real y efectiva el legítimo derecho al crecimiento de la población local y la protección irrestricta de los bienes comunes naturales y territoriales. Este acto de resistencia no es un mero gesto simbólico, sino un poderoso ejercicio de soberanía ciudadana frente al avance implacable de intereses privados que amenazan con borrar su identidad y su futuro.
La verdadera fuerza de la comunidad de Manzanillo reside en su sólida organización y en su admirable capacidad para articular alianzas estratégicas con diversos sectores sociales, incluyendo organizaciones eclesiales y grupos ambientalistas comprometidos con la justicia. A pesar de la constante presión e incluso el hostigamiento, los líderes comunitarios han defendido con uñas y dientes su derecho inalienable a decidir sobre el futuro de su propio municipio y a exigir que cualquier modelo de desarrollo que se implemente sea genuinamente inclusivo, sostenible y respetuoso con su cultura y su entorno. La historia de Manzanillo se escribe hoy como la crónica viva de una dignidad en pie de lucha, enviando un mensaje claro y contundente al país y al mundo entero: las comunidades no están dispuestas a aceptar pasivamente su desplazamiento y su silenciamiento. Allí donde el Estado falla en su deber de proteger a sus ciudadanos y donde las corporaciones avanzan con voracidad, la sociedad organizada se erige como el último y más firme baluarte de la justicia, la equidad y el sentido común.
¡Excelente continuación! Tu análisis profundiza en las raíces del problema y propone vías de acción. Aquí tienes una versión corregida y con algunos énfasis adicionales:
VI. Debilidades Estructurales: Un Plan Plagado de Vicios y Omisiones Fundamentales
El PMOT de Manzanillo no adolece únicamente de objetivos perversos, sino que está intrínsecamente viciado por múltiples debilidades técnicas y sociales que minan su legitimidad y su potencial para un desarrollo equitativo. Este plan restrictivo y excluyente impide activamente la inversión local en infraestructura básica, niega sistemáticamente la regularización de la tenencia de la tierra a las familias que históricamente la han habitado y trabajado, no articula políticas coherentes de movilidad sostenible y omite flagrantemente soluciones concretas para el acuciante déficit de servicios públicos esenciales. La ya limitada autonomía municipal queda reducida a su mínima expresión, mientras que los mecanismos de participación ciudadana real se revelan como inexistentes o, en el mejor de los casos, como simulacros inoperantes.
La deliberada omisión de programas robustos de compensación socioambiental para las comunidades afectadas y la absoluta falta de protección para sectores vulnerables como pescadores artesanales, pequeños agricultores y jóvenes, deja a la población local completamente desprovista de herramientas efectivas para resistir los devastadores impactos de los megaproyectos impuestos. El plan, de manera alarmante, no incorpora políticas efectivas de restauración de las crecientes áreas degradadas ni dedica atención alguna a la protección del valioso patrimonio histórico y la rica identidad cultural local.
Esta alarmante suma de deficiencias estructurales convierte al PMOT en un instrumento peligrosamente sesgado: lejos de gestionar el territorio con justicia, visión de futuro y equidad, lo transforma en un mero espacio funcional a la expansión descontrolada de intereses económicos externos y al progresivo vaciamiento de la vida comunitaria, despojándola de su esencia y de su futuro.
VII. El Modelo Extractivo y el «Apartheid» Territorial Consolidado
El verdadero y oscuro trasfondo del PMOT de Manzanillo y de la agresiva agenda de megaproyectos que lo sustenta no es otro que la consolidación de un perverso modelo extractivo y la imposición de un flagrante «apartheid territorial». Mientras la comunidad local ve sus derechos fundamentales sistemáticamente restringidos y cercenados, los grandes consorcios obtienen con una facilidad pasmosa licencias para ampliar sus operaciones con total impunidad y para controlar estratégicamente las rutas de acceso vitales, las zonas portuarias de mayor valor y los enclaves territoriales de importancia crítica.
Este ominoso «modelo Manzanillo» no es un caso aislado, sino el preocupante reflejo de una tendencia global cada vez más extendida: convertir comunidades vivas y con arraigo histórico en meras plataformas de extracción y exportación de recursos, despojando a sus habitantes de la posibilidad fundamental de decidir sobre su propio destino colectivo. Las intrincadas barreras legales, las normas técnicas diseñadas a medida y los discursos ambientales convenientemente instrumentalizados se convierten, de esta manera, en los nuevos y sofisticados instrumentos del despojo y la marginación.
Manzanillo se erige hoy como un caso de libro, un ejemplo paradigmático de esta tendencia perversa: la rutilante promesa oficial de un «hub» logístico y energético de trascendencia regional se traduce en la práctica en el desplazamiento sistemático y silencioso de la población local y en la dolorosa fragmentación de su cohesionado tejido social. El territorio, que por derecho propio debería ser un espacio de vida digna, de encuentro comunitario y de desarrollo integral, se transforma, ante la mirada cómplice de las autoridades, en un mero bien mercantil sujeto a las necesidades cambiantes y a la voracidad insaciable del capital internacional.
VIII. El Derecho Inalienable a Decidir: Soberanía Social y Nuevos Pactos Territoriales Urgentes
La única vía de salida posible y justa para la comunidad de Manzanillo reside en reclamar con firmeza y determinación el derecho inalienable de sus habitantes a decidir de manera autónoma y soberana sobre el uso, la gestión y el destino último de su propio territorio ancestral. Este derecho fundamental implica, necesariamente, una revisión radical y profunda del actual PMOT impuesto, la apertura inmediata de un proceso genuinamente participativo que involucre a todos los actores locales y la consolidación de mecanismos efectivos que aseguren una cogobernanza real y equitativa entre el Estado y la sociedad civil local.
El futuro de Manzanillo debe construirse sobre la base de un nuevo pacto territorial fundamentado en la equidad espacial, la protección ambiental real y la prioridad absoluta de las necesidades y aspiraciones comunitarias por encima de las exigencias desmedidas de las grandes corporaciones. Los estudios técnicos, aunque importantes, deben subordinarse al mandato democrático emanado de la voluntad popular y a la defensa de los intereses colectivos de la comunidad.
El reto que enfrenta Manzanillo es inmenso, pero la historia de América Latina está repleta de ejemplos inspiradores donde la movilización social organizada, la solidaridad activa y la inteligencia colectiva han logrado revertir modelos injustos y construir territorios más justos, equitativos, sostenibles y, en definitiva, más habitables para todos. Manzanillo puede y debe formar parte de ese nuevo y esperanzador horizonte latinoamericano de dignidad y justicia territorial.
IX. El Espejismo del Desarrollo: Un Progreso Diseñado para Otros
El Plan Maestro de Manzanillo fue astutamente vendido a la comunidad como el pasaporte directo hacia el anhelado desarrollo y la tan prometida modernidad: se ofrecieron promesas seductoras de generación masiva de empleo, mejoras sustanciales en la infraestructura local, cuantiosas inversiones millonarias y una «transformación regional» de gran alcance. Sin embargo, en la cruda realidad, este supuesto progreso no ha sido más que un espejismo cruel para la inmensa mayoría de los habitantes de Manzanillo. Los empleos creados son, en su mayoría, temporales, de baja cualificación y, con frecuencia, ocupados por personal externo a la comunidad. El grueso de las oportunidades económicas y la mayor parte de la riqueza generada fluyen directamente hacia los consorcios que controlan las obras y la operación de las nuevas infraestructuras, dejando escasas migajas para la población local.
Los precios de la vivienda en la zona han experimentado un aumento vertiginoso e inasequible para la mayoría, mientras que el acceso a servicios públicos esenciales como agua potable, atención médica digna y educación de calidad sigue siendo precario, desigual y limitado. La tan anunciada bonanza económica nunca llega a los hogares de las familias de Manzanillo, que observan con frustración cómo el «desarrollo» impuesto solo sirve para encarecer drásticamente el costo de vida y aumentar la presión para que las jóvenes generaciones se vean obligadas a emigrar en busca de un futuro más prometedor en otros lugares. Las verdaderas prioridades locales, como la construcción de vivienda social accesible, la creación de empleo estable y de calidad, y la regularización justa de la tenencia de la tierra, brillan por su clamorosa ausencia en la agenda de este «desarrollo» excluyente.
Detrás de la sofisticada fachada del marketing de la sostenibilidad y la modernidad se esconde un modelo económico y territorial que profundiza de manera alarmante la desigualdad social y refuerza la exclusión histórica de la comunidad local. Manzanillo vive hoy el amargo drama de ser un mero espectador de un desarrollo ajeno, donde los grandes y únicos ganadores son actores económicos externos, mientras que el alto costo social y ambiental lo asumen las familias que son progresivamente expulsadas de su propio espacio vital.
X. Estrategia Urgente para la Resistencia y la Construcción del Futuro: Pasos Cruciales para la Comunidad y su Ayuntamiento
La Sala Capitular del Ayuntamiento de Pepillo Salcedo, en estrecha colaboración con la comunidad organizada de Manzanillo, debe asumir con determinación el liderazgo de una estrategia integral de resistencia activa y de construcción de un futuro alternativo y justo.
Entre los pasos estratégicos recomendados destacan: la convocatoria regular y permanente de asambleas comunitarias amplias e inclusivas para debatir, decidir y coordinar acciones; la articulación de recursos legales tanto a nivel nacional como internacional para detener la ejecución del PMOT en su forma actual, argumentando su ilegalidad e ilegitimidad; la exigencia firme de auditorías ambientales y sociales independientes, transparentes y vinculantes para todos los megaproyectos en curso y futuros; y la elaboración participativa de un plan alternativo de desarrollo integral que parta de las necesidades reales, las propuestas concretas y la visión de futuro de la propia población local.
Se debe, además, buscar activamente el respaldo y la solidaridad de redes internacionales de justicia ambiental y social, organizaciones no gubernamentales con experiencia en defensa de los derechos territoriales, universidades comprometidas con la investigación crítica y organismos multilaterales que demuestren un verdadero compromiso con los derechos humanos y la protección de los territorios frente a la voracidad del capital. Es absolutamente imprescindible visibilizar el caso de Manzanillo ante la opinión pública nacional e internacional, documentando rigurosamente y denunciando con valentía cada violación de derechos y cada acto de complicidad institucional que se produzca.
La resistencia de la comunidad de Manzanillo no es una lucha aislada, sino que representa la resistencia de miles de comunidades marginadas y acorraladas por los modelos extractivistas depredadores y la indiferencia cómplice de los estados. Es el momento crucial de demostrar, con unidad y determinación, que otro desarrollo es posible, un desarrollo que ponga en el centro a las personas y al planeta, y que el territorio pertenece, antes que a los intereses de los consorcios, a quienes lo habitan, lo cuidan y lo hacen vivir cada día con su trabajo y su arraigo.
XI. Llamado a la acción internacional: Manzanillo como símbolo de una lucha global
El caso de Manzanillo no es un hecho aislado, sino un síntoma de una tendencia global alarmante: la subordinación de los territorios y sus comunidades a los intereses de los grandes capitales y de los organismos internacionales de financiamiento. La “zona de sacrificio” que se está construyendo en la frontera norte de República Dominicana debe llamar la atención de los organismos de derechos humanos, las agencias de la ONU y las redes internacionales de justicia ambiental.
El silencio institucional y la falta de reacción de la comunidad internacional ante el ecocidio y el despojo territorial perpetrados en Manzanillo constituyen una amenaza para todos los pueblos que hoy defienden sus territorios ante el avance de los megaproyectos. Es hora de romper la indiferencia y de exigir que el desarrollo sea realmente sostenible, democrático e inclusivo.
Manzanillo puede y debe convertirse en un referente de resistencia ciudadana y defensa del territorio, no solo para República Dominicana sino para toda América Latina. La justicia ambiental, la soberanía comunitaria y el derecho a un futuro digno están en juego. La lucha de Manzanillo es, hoy, una causa universal.