domingo, octubre 5, 2025

Las preguntas en La Semanal con la Prensa

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Por Oscar López Reyes

 

 

Una cifra apreciada de pobladores cree, sostenidamente, que los periodistas que cada lunes acuden a La Semanal con el presidente Luis Abinader, en el Palacio Nacional, van a acomodarle la silla y formularle preguntas generosas, cruzando arroyos sin nadar, como ositos mansos y tolerantes, para que toque la Quinta Sinfonía de Beethoveen.

En las transmisiones (video y audio en vivo por internet o streaming), a los receptores se le presenta el chance de verificar si ciertamente ellos portan audífonos con baterías potentes o sulfatadas.

Como prueba al canto, el conversacional público del jefe de Estado con periodistas no se encuadra en un guion, con interrogantes elaboradas por los estamentos de relacionamiento oficial, como para que el mandatario pueda levantar un elefante con una sola mano. No. Son libres, como el vientecillo que arrulla los frontispicios del edificio neoclásico -inaugurado el 16 de agosto de 1947- escenario del acercamiento septenario.

Antes de las 5 de la tarde, el primer ejecutivo de la Nación sube a la ancha y larga tarima y se sitúa frente a un pódium en el Gran Salón de las Cariátides que, en sus 600 metros cuadrados, embelesa con sus 24 esculturas femeninas de mármol (cariátides) y 26 espejos en molduras de caoba y cornisas de oro.

En dos micrófonos chiquitos, la autoridad superior del país informa el tema a tratar, que ya ha sido documentado por la Dirección de Estrategia y Comunicación Gubernamental (Diecom), que también lo ilustra sobre las potenciales interpelaciones en función de los tópicos que están en el tapete.

El presidente de la República empieza leyendo un texto, apoyado por imágenes desde una pantalla, con dos cámaras televisivas emplazadas a sus diestras. A su frente se ubican unos 40 periodistas, que cubren la fuente del Palacio Nacional; productores de TV, radio, digitales y articulistas. En el fondo (zona Oeste) se estacionan unos 20 camarógrafos de medios, que rara vez se sirven el café y el agua dispuestos a la entrada del salón. 

A su izquierda (franco Sur) se sientan altos funcionarios invitados que se pronuncian con retóricas en su buen desempeño, pero la mayoría de esos burócratas parece como si quiméricamente han ido a agarrar caracoles, porque se tragan las palabras con sus cerebros fijados con prudencia hacia los balcones, pisos pulidos de caoba y lámparas de cristal. También se posicionan invitados especiales, como estudiantes, deportistas y socorristas.

Los periodistas no usan camuflajes y, para despejar su condición de vampiros, cuando les toca el turno dialogante se identifican con sus nombres y los medios que los acreditan y, sin gritar como el pasajero de un autobús, interaccionan improvisadamente, lejos de pautas estatales. Como termómetro de lo antes dicho, chequee usted que, corrientemente, el presidente de la República bromea y enmienda la plana a periodistas ante malentendidos o si se tornan imprecisos o -muy contadas veces-, insolentes.

Con el buen temperamento de un galán que se recrea en el parque, el piloto-protagonista trasbordo no pierde el hilo en su plática, en la cual, por lo general, no muestra adversidad. Excepcionalmente, su lenguaje corporal destella cierta sorpresa oculta, y contesta con precisión y seguridad. Con frecuencia solicita a funcionarios acompañantes con expertis en el tema focalizado para que amplíen los cuestionamientos, y cuando está distante la respuesta, promete investigar el presumido contratiempo señalado.

Un estorbo de La Semanal son los señalamientos precedidos por discursos cansones, que se apartan de las reglas académicas periodísticas, porque dislocan en la insustancialidad y consumen minutos. También han sido vedadas -condicionadamente- la referencia de asuntos de naturaleza político-electoral, que son inconvenientes en este conglomerado politizado.

Por igual, dificulta que un periodista suelte dos y tres indagaciones, que pudieran enredar al entrevistado -que hace anotaciones muy breves y refleja buena retentiva- y quitan la oportunidad a otros colegas para intervenir, particularmente para los que cubren la fuente palaciega, que son los más dinámicos e interesantes de La Semanal.

Cuando el presidente Abinader Corona termina la exposición de la cuestión central, se abre el turno de las consultas, con una duración de más o menos 30 minutos, y que versa sobre el leitmotiv enfocado y otros de relevancia nacional. Los periodistas elevan entre 10 y 12 averiguaciones, que son de curiosidad colectiva o del órgano de prensa que representan.

La Semanal, que ha pasado a ser el pilar troncal de la política de comunicación del Gobierno, ha tenido un impacto significativo y son muchos los dominicanos que esperan las 4:30 de la tarde de cada lunes para conectarse con el canal de YouTube y las cuentas de Facebook, X e Instagram de la Presidencia, así como otras plataformas digitales, Radio Televisión Dominicana y uno que otro canal privado.

Cuatro jefes de Estado de América Latina banderean como novedosa estrategia de gobernanza conversatorios mediáticos, para ilustrar a la comunidad con transparencia informativa sobre sus ejecutorias. El primero fue “Las Mañaneras” (todos los días a las 7 de la mañana, desde el Palacio Nacional) de José Manuel López Obrador, presidente de México, desde el tres de diciembre de 2018, continuado ahora por su sucesora, Claudia Sheinbaum Pardo.

El segundo proyecto fue iniciado por Abinader el 28 de agosto del 2023-; el tercero- desde el 18 de julio de 2024- está a cargo del presidente de Panamá, José Raúl Mulino, quien cada jueves efectúa una rueda de prensa, a partir de las 8:30 de la mañana, en el auditorio del presidencial Palacio de las Garzas. El cuarto ha sido la Conferencia Semanal de Prensa del presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves Robles, los miércoles a las 10 de la mañana en la Casa de Gobierno.

El presidente Abinader ha asumido con tanto compromiso su Semanal con la Prensa que evade otras actividades oficiales para no interrumpirla. La de mayor suspenso se puso sobre el carril el 22 de septiembre de 2025, con una duración de siete minutos y 48 segundos, porque tenía que viajar a Nueva York para participar en una cena oficial en el ámbito del programa de la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). El apresuramiento no permitió ni una sola interrogante, ni que se tomaba su acostumbrada botellita de agua.

¿Es susceptible que La Semanal sea mejorada y relanzarla?

Lógicamente que sí. Por ese discernimiento, he aquí 8 recomendaciones:

1.- Que la última pregunta sea hecha al jefe de Estado, de manera remota, por un ciudadano humilde, que se identifique y diga en cuál pueblo o sector de la capital se encuentra.

2.- Que en la Semanal sean invitados periodistas especializados en economía, educación, salud, agropecuario, ecología, deporte, sociales y espectáculos, cuando sean tratadas temáticas concernientes a esos campos.

3.- Que en el interior/exterior sean los periodistas residentes los únicos que planteen incógnitas, como ocurrió en La Semanal de Santiago del 29 de septiembre de 2025. Estos reporteros y analistas, que representan a medios locales y nacionales, son los que conocen a fondo los rompecabezas de sus comunidades.

4.- Que los periodistas hagan preguntas directas y breves, sin recuentos redundantes, que son un menoscabo de tiempo.

5.- Que antes de formular preguntas, algunos se edifiquen bien y se aseguren lo que van a preguntar, para no ponerlos en la sustantividad.

6.- Que el presidente de la República cite por sus nombres, apellidos y cargos a los funcionarios que le acompañan, y no informalmente, para que los que presencian por distintas plataformas sepan de quién se trata.

7.- Que el gobernante responda una sola pregunta por cada expositor, para evitar que se explayen hasta con tres interpelaciones, y que no se entrecruce la estructura lineal del mensaje de contestación.

8.- Que en cada Semanal sean invitados articulistas y delegaciones de periodistas de provincias.

La Semanal dejó de ser bisoño, y ha navegado impactando en un mar de leva, con soplos huracanados por los cuatro costados. No entraña una sobreexposición del presidente de la República, y se tiende como un momento para hacer aclaraciones y prevenir rumores y malas interpretaciones.

Al árbol que da frutos se le tira piedras, y a los adversarios el triunfo incomoda y empuja hacia el ataque. En el camino, los huecos se van rellenando, hasta que la paloma abra el pico y coma con más facilidad.

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El autor es periodista, mercadólogo, escritor, artículista de El Nacional y expresidente del Colegio Dominicano de Periodistas

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