El título de este artículo (segunda parte) es una cita textual de las ingeniosas expresiones de Mafalda, la emblemática creación del dibujante argentino Quino (Joaquín Salvador Lavado). Aunque Mafalda fue diseñada inicialmente como una tira cómica, su impacto trascendió las páginas de los periódicos, convirtiéndose en un ícono del pensamiento crítico y social.
Por Rafael Méndez
Fidel Castro: «En una guerra nuclear el daño colateral sería la vida de la humanidad» (3 de febrero de 1913).
El mundo de hoy, marcado por conflictos, crisis económicas, desigualdades sociales y la constante intervención en la soberanía de las naciones, parece estar atrapado en un ciclo perpetuo de tensiones. La frase de Mafalda cobra un nuevo significado cuando la trasladamos del ámbito local al global, pues el planeta enfrenta desafíos monumentales, desde guerras e inestabilidad política hasta la degradación ambiental y violaciones sistemáticas a los derechos humanos.
Frente a esta realidad, la pregunta central es: ¿cómo y dónde empujar este mundo convulso para llevarlo hacia un camino donde prevalezcan la paz, la justicia social, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y un desarrollo verdaderamente inclusivo?
“Las lámparas se están apagando en toda Europa: No las volveremos a ver encendidas en nuestras vidas”, Sir Edward Grey, ministro de Relaciones Exteriores del Reino Unido, en el anochecer previo al comienza de la Primera Guerra Mundial, citado por Manuel Hinds, en su libro “El nuevo orden Mundial”, y en la contraportada del texto publica la tenebrosa y lapidaria cita: “En dos años, el mundo ha cambiado de un modo que tardaremos décadas en entender”
Empujar hacia la paz y el respeto a la soberanía
La búsqueda de la paz y el desarrollo requiere, en primer lugar, cuestionar los cimientos de las actuales estructuras de poder, las relaciones internacionales deben ser replanteadas, dejando de lado las intervenciones unilaterales y respetando el derecho de cada pueblo a determinar su propio destino. Como ha demostrado la historia, la paz verdadera no se construye con imposiciones externas, sino con el reconocimiento y respeto por la diversidad de caminos que cada nación decide tomar.
Empujar al mundo hacia la paz implica desmantelar las prácticas imperialistas que violan la soberanía de los países y fomentan conflictos en beneficio de unos pocos.
En este sentido, la República Bolivariana de Venezuela ha sido un ejemplo de resistencia frente a las presiones externas, defendiendo su autodeterminación y soberanía ante injerencias que buscan erosionar su independencia.
El reconocido periodista español, Ignacio Ramonet, catedrático de teoría de la comunicación, al intervenir el XXVIII Seminario Internacional “Los partidos y una nueva sociedad”, que patrocina todos los años el Partido del Trabajo, de México, advirtió que “se acerca la desnaturalización de la humanidad…la herramienta militar pasa a ser ahora un recurso para resolver problemas políticos, y esos es extremadamente peligroso, por eso estamos en una situación de brutalidad de la política”.
Justicia social y equidad en el desarrollo económico
El desarrollo económico, por su parte, debe estar íntimamente ligado a la justicia social. No es suficiente que el mundo progrese en términos de crecimiento económico si ese crecimiento no se traduce en mejoras tangibles para los pueblos. En este punto se manifiesta una contradicción evidente: mientras algunas naciones acumulan riqueza, otras siguen atrapadas en la pobreza, enfrentando desigualdades cada vez más profundas.
Para empujar al mundo en la dirección correcta, es imprescindible promover políticas globales que garanticen la distribución equitativa de los recursos, la igualdad en el acceso a la educación y la salud, y el respeto a los derechos laborales. Estas acciones requieren desafiar un sistema económico que ha priorizado los intereses de unos pocos, a expensas del bienestar de la mayoría.
En su conferencia magistral, durante el referido seminario, el intelectual brasileño, Frei Betto, alerto sobre las dificultades que enfrentan los gobiernos progresistas, porque “cuando quiere establecer programas sociales en beneficios de la mayoría de la población, como la radicalización del hambre, mejorar la educación, la salud, distribuir de manera equitativa los recursos, de inmediato sufren las presiones de los países y los organismos económicos internacionales, empieza la volatilidad, la falta de recursos y todo ellos para que no se cumpla con las políticas públicas”.
Autodeterminación y libertad de los pueblos
La autodeterminación de los pueblos y el respeto a la soberanía son otros pilares fundamentales en esta búsqueda. Las naciones y sus ciudadanos tienen el derecho inalienable de elegir su propio destino sin injerencias externas que limiten su independencia. En este contexto, la defensa de la autodeterminación se convierte en una denuncia contra las prácticas intervencionistas y hegemónicas que atentan contra la voluntad de los pueblos.
Llevar este mundo adelante por el camino correcto significa unirse en la defensa de principios universales: la paz, la justicia social, la equidad y la libertad de los pueblos para definir su destino. No será un esfuerzo sencillo, pues implica desafiar las estructuras de poder vigentes y desmantelar un sistema que perpetúa las desigualdades. Pero, al igual que la pequeña Mafalda, es necesario seguir empujando, cuestionando y actuando para que un día, quizás no tan lejano, podamos ver un mundo más justo, inclusivo y respetuoso de todas las formas de vida.